Cantar de los Cantares 2:8-3:5
saltando sobre los montes,
brincando sobre los collados.
2:9 Mi amado es semejante al corzo,
o al cervatillo.
helo aquí, está tras nuestra pared,
mirando por las ventanas,
atisbando por las celosías.
2:10 Mi amado habló, y me dijo:
levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:11 Porque he aquí ha pasado el invierno,
se ha mudado, la lluvia se fue;
2:12 Se han mostrado las flores en la tierra,
el tiempo de la canción ha venido,
y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
2:13 La higuera ha echado sus higos,
y las vides en cierne dieron olor;
levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
2:15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
porque nuestras viñas están en cierne.
2:16 Mi amado es mío, y yo suya;
el apacienta entre lirios.
2:17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo
sobre los montes de Beter.
3:1 Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma;
lo busqué, y no lo hallé.
3:2 Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad;
por las calles y por las plazas
buscaré al que ama mi alma;
lo busqué, y no lo hallé.
3:3 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad,
y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?
3:4 Apenas hube pasado de ellos un poco,
hallé luego al que ama mi alma;
lo así, y no lo dejé,
hasta que lo metí en casa de mi madre,
y en la cámara de la que me dio a luz.
3:5 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
por los corzos y por las ciervas del campo,
que no despertéis ni hagáis velar al amor,
hasta que quiera.
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